Larry Nieves

El caso contra el proteccionismo comercial














Larry Alexánder Nieves C.




















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Cuando una persona compra un cierto producto, ya sean flores o automóviles, usualmente busca la mejor calidad, al más bajo precio posible. Como consumidores, siempre queremos lo mejor que nuestro dinero pueda comprar. La mejor forma de obtener siempre lo mejor al más bajo precio es abriendo los mercados, de manera que la competencia entre productores, siempre ávidos de ganancias, se encargue de satisfacer las cambiantes necesidades de la población. Sin embargo, existe la creencia generalizada de que necesitamos al Estado para que "corrija" las fallas del mercado y proteja a los productores nacionales de la competencia desleal de sus colegas extranjeros.

Pongamos el caso de una productora de flores tradicional, cuya cosecha se perdía constantemente porque las flores colombianas eran más baratas y la gente las prefería. El hecho de que la gente prefiera un producto sobre otro a la hora de comprar, indica que la satisfacción que el primero le provee es mayor en términos subjetivos; podría ser porque es más barato, más atractivo o simplemente porque los comerciales le han hecho creer que el producto que está comprando es mejor. Desde luego que desde el punto de vista del productor venezolano, el hecho que el público prefiera el producto importado es una calamidad. Su subsistencia podría depender de las ventas que, en ausencia de competencia, estaría haciendo. Según el argumento proteccionista, en estos casos, es necesario que el gobierno intervenga para proteger al productor local. La intervención puede tomar muchas formas, las más comunes son la imposición de aranceles de importación, mediante los cuales se hace al producto importado más caro de lo que sería en condiciones de mercado libre; y la devaluación de la moneda en términos de la divisa (en nuestro caso el dólar estadounidense), de manera que después de la devaluación, el producto importado se haga más caro de lo que sería, otra vez, en dondiciones de mercado libre.

En cualquier caso, la actuación del gobierno en pos de rescatar la "producción nacional" es un despliegue de coerción, mediante el cual se obliga al consumidor a pagar más, por algo que de otra forma podría conseguir con menos dinero. Pongámoslo de esta manera, imaginen que la floristera nacional, al ver que sus flores no se están vendiendo, obligara a punta de pistola a los consumidores a comprar sus flores, en vez de las colombianas. O quizás un poco más sutilmente, que a través de amenazas "convenciera" a la floristera colombiana de vender sus flores más caras, o si no... De enfrentarnos ante una situación como esta, seguramente no dudaríamos en calificar a la floristera local de malandra, sin embargo, cuando quien se encarga de amenazar y coaccionar es el gobierno, no dudamos en calificar su actuación como altamente patriótica y en defensa de los más altos intereses nacionales.

Lo que en realidad sucede es que el gobierno, al decretar medidas proteccionistas, nos está obligando a todos a pagar más por bienes que de otra manera podríamos conseguir por menos. Para la floristera local la medida es una bendición, la gente la ve prosperar y seguramente va a votar en la próxima elección por el mesías de turno que la salvó de la bancarota . Lo que la gente no ve es que la ganacia de la floristera se hace realidad a costa de las pérdidas que sufren los consumidores en general, quienes se ven privados de variedad y mejores precios.

Los proponentes de medidas proteccionistas no llevan sus argumentos hasta sus consecuencias lógicas, quizás por el hecho que tal cosa los guiaría por un sendero de sinsentidos. Si es tan positivo proteger la producción local de la competencia externa, entonces ¿por qué no proponen que, por ejemplo, el estado Carabobo imponga tarifas de importación a la carne que viene de Barinas? De esa manera la producción de carne carabobeña se vería ampliamente beneficiada. La verdad del asunto que tales medidas lo único que lograrían sería el empobrecimiento generalizado de la mayor parte de la población, al negársele la posibilidad de participar en la división del trabajo.

El argumento de la dependencia

Uno de los argumentos más populares utilizados por los proteccionistas es aquél de la dependencia. Se preguntan ellos si el país debe depender por toda la vida de los bienes extranjeros y sueñan con un futuro de autosuficiencia, pues no podemos seguir siendo "parásitos" de otros países y debemos producir nosotros, lo que nosotros consumimos. Para esta faceta del proteccionista, la pregunta clave es ¿por qué no produce él mismo sus zapatos, su carro, cría sus vacas y las ordeña? En fin, la pregunta es ¿por qué no somos autosuficientes en el nivel más bajo que se puede conebir, el del individuo? Quizás cada vez que esta persona compra un par de zapatos se siente un parásito, porque no los fabricó él mismo. La respuesta es que somos beneficiarios de uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad: la división del trabajo. Que seamos más productivos cuando nos dedicamos a tareas específicas, en las cuales tenemos algún tipo de ventaja comparativa, no es fácil de apreciar para el proteccionista, pero es un hecho económico descubierto hace siglos. Si cada uno de nosotros tuviera que proveerse directamente de todo lo necesario para vivir, regresaríamos a los niveles de subsistencia de la edad media y condenaríamos a la gran mayoría de la población a la hambruna.

¡Pero se nos van a acabar la reservas internacionales!

Uno de los más escuchados -aunque no mucho en estos tiempos de reservas por encima de los 20 millardos- es el de las reservas internaciones. Si importamos todo lo que necesitamos, dice el proteccionista, eventualmente se nos acabarán las reservas internacionales y, a falta de dólares para pagar, la población se va a morir de hambre en masa. Se le olvida, sin embargo, que toda importación de bienes, debe ser pagada eventualmente por una exportación equivalente. Si nuestras importaciones aumentan, necesariamente nuestras exportaciones también, no hay necesidad de preocuparse por tal cosa. De hecho, nadie se preocupa porque la balanza de pago entre Caracas y el resto del paíse sea desfaborable (en el sentido que Caracas importa más de lo que exporta) y que de repente los caraqueños se queden sin dinero con qué pagar lo que compran.

El argumento nacionalista

Una última razón que escuché hace días, una vez que todos los argumentos por el proteccionismo habían sido desenmascarados como falacias de la peor calaña, es que al fin y al cabo, hay que ser nacionalistas y apoyar al productor nacional. Bueno, mientras sea voluntario ese apoyo, bienvenido. Es decir, mientras estés dispuesto a pagar más o disfrutar de menor calidad por un producto nacional, en vez de pagar menos por mejor calidad importada, pues bien, estás en tu derecho de hacer tal cosa. Ahora, de lo que no tienes derecho es de obligarme a mí a hacer lo mismo. Pienso que en el fondo del argumento nacionalista está incrustada una cierta ración de xenofobia. ¿Qué diferencia a un productor colombiano de uno venezolano? Básicamente que aquél nació del otro lado de la frontera y el segundo nació de este lado. De resto, son personas que se ganan la vida haciendo lo que saben hacer y comerciando. ¿Por qué deberíamos darle un privilegio especial al productor venezolano?

Conclusión

No hay razones lógicas o económicas que nos indiquen que la población en general pueda beneficiarse de medidas proteccionistas, diseñadas para beneficiar a productores ineficientes a costa de los consumidores. Al final del camino, las medidas proteccionistas empobrecen a la población en general y enriquecen a los mejor conectados con la élite política, quienes envuelven sus pretensiones individuales en un manto de falacias, con el objeto de confundir a los directamente afectados y volverlos en su defensa en nombre de los "intereses" nacionales.

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