Larry Nieves

El mercado libre no es "sálvese quien pueda"














Larry Alexánder Nieves C.





En el mercado libre cada quien gana de acuerdo a su valor productivo al satisfacer los deseos de los consumidores. Bajo el esquema distributivo estatista cada quien gana en proporción a cuanto puede saquear de los productores

Murray Rothbard
















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Una de las concepciones más erradas que la opinión pública mantiene como dogma es aquella según la cual una sociedad capitalista, es decir, una sociedad de hombres libres, sería gobernada por la ley de la selva, la supervivencia del más apto, la ley del más fuerte, o como quieran llamarla. Nada puede estar más lejos de la realidad.

Primero lo primero. Comencemos por una definición de lo que entendemos por una sociedad capitalista, por el mercado libre. Es necesario este paso preliminar, puesto que muchas veces, en discusiones sobre el capitalismo el oponente nuestro habla sobre un sistema totalmente diferente, el sistema estatista. Pues bien, ¿Qué entendemos por sociedad capitalista?

Para ponerlo en términos sencillos, diremos que tal sociedad es aquella donde el Estado, el aparato organizado de la coerción y la violencia, está limitado a su mínima expresión (o es inexistente) y, por lo tanto, los individuos disfrutan de la más amplia libertad para desarrollar sus vidas de la manera que más les convenga.

La faceta económica de la sociedad capitalista es el mercado libre, el cual Podemos definir (...) como el sistema social basado en el intercambio voluntario de derechos de propiedad.[1]. Es decir, el sistema en el cual los títulos de propiedad sobre cualquier bien, productos o servicios, pueden ser transados sin interferencia gubernamental de cualquier tipo.

Ahora, nos podemos preguntar, ¿por qué podemos estar seguros que en la sociedad capitalistas se producirán intercambios voluntarios? ¿Por qué podemos estar seguros que la violencia y el caos no prevalecerán bajo dicho arreglo social? ¿Qué nos garantiza que los más aptos no esclavizarán a los menos afortunados?

La respuesta yace en la llamada ley de asociación o de las ventajas comparativas, descubierta por David Ricardo, la cual nos dice que aún en el caso en el que una persona, digamos Juan, es superior en habilidad a otra, digamos Pedro, en todos los campos en los cuales ambos se pueden aplicar como productores; lo que más le conviene a Juan es dedicarse a aquella actividad en la que él tiene ventaja comparativa, es decir especializarse en la profesión que más domina y pagarle a Pedro para dedicarse a la producción de otras cosas que Juan necesita. De esta manera Juan, el más apto, puede invertir todo su tiempo y energía en lo que él es mejor, mientras que Pedro hace lo mismo en lo suyo, logrando ambos una producción combinada superior a la que podrían lograr si los dos se dedicaran a producir todo lo que necesitan. Al incrédulo, sólo le pediré que se imagine que sucedría si tuviera que producir personalmente todos las cosas que utiliza y consume a diario. La división del trabajo, basada en la Ley de las ventajas comparativas, es la clave del avance que ha alcanzado la humanidad desde sus inicios. Sin ella, todavía estaríamos recogiendo frutos en el monte y ѕeríamos definitivamente muchos menos de los que hoy habitamos el planeta.

También es la razón por la cual la sociedad capitalista no es el "sálvese quién pueda" que los socialistas nos quieren hacer ver. La división del trabajo, es la base de la cooperación que nos permite vivir en sociedad, en vez de hacerlo como hermitaños en las montañas. Es la razón por la cual los débiles pueden aprovecharse de la convivencia en sociedad, usando el hecho que a los "fuertes" se benefician del intercambio.

Contrasten esto con la acción del estado, quien a través de los impuestos (tiene otras maneras, pero considerar esta será suficiente para aclarar mi punto) "redistribuye" la riqueza producida por un grupo de personas, es decir, les quita a unos para darle a otros. ¿Cuáles son las consecuencias naturales de la resdistribución de la riqueza? Basta con mencionar el hecho que independientemente del método que se escoja para imponer los tributos, inmediatamente se crean en la sociedad dos castas o clases: la que en términos netos recibe de los impuestos y la que en términos netos los paga. Ambas castas estarán en eterna pugna, los primeros exigiendo cada vez más expropiaciones para "aliviar la desigualdad" y los segundos tratando de evitarlas.

De manera que es el estado quien crea divisiones articifiales, conflictivas e innecesarias en la sociedad y no el mercado como la izquierda nos quiere hacer ver constantemente. El estado y no el mercado es la entidad verdaderamente antisocial.

  1. Carden, Art. Why They Hate the Market

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