Larry Nieves

la lección de Bastiat














Larry Alexánder Nieves C.




















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Frédéric Bastiat fue un economista francés que vivió durante el siglo XIX. Una de sus enseñanzas básicas se encuentra en su obra Lo que se ve y lo que no se ve:

En la esfera económica, un acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino una serie de ellos. De estos efectos, el primero es sólo el más inmediato; se manifiesta simultáneamente con la causa, se ve. Los otros aparecen sucesivamente, no se ven; bastante es si los prevemos.

Toda la diferencia entre un mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever.


Es simple lógica, lo que nos enseña Bastiat. En un mundo complejo como el nuestro, toda acción está interconectada en una amplia y complicada red de causas y efectos. Bastiat nos dice que la diferencia entre un buen y un mal economista es que el primero toma en cuenta todos los efectos de una determinada acción, para evaluar sus méritos y defectos. El mal economista, o la persona común sin experiencia en el hábito del pensamiento lógico y sistemático, se queda en la superficie, en lo que se ve. Un análisis económico completo requiere, por tanto, considerar más allá de los palpable, lo que no se ve.

El caso que quiero que considere es el de las obras públicas, esas empresas que el estado funda para "crear empleo". En particular, quiere enfocarme en la nueva empresa Venezolana de Industria Tecnológica, creada por el gobierno para fabricar computadoras. Se arguyen varias razones para crear tal empresa, específicamente:

el proyecto dará empleo a 200 trabajadores y 100 cooperativas de la Zona Franca de Paraguaná.

Las otras razones que se dan, tales como el fomento de la industria nacional o la búsqueda de la soberanía tecnológica, también pueden ser descartadas por ilógicas e irracionales. Pero acá veremos solamente que crear empresas públicas para generar empleo no tiene sentido.

¿Qué tiene que decir Bastiat al respecto?

El Estado construye una carretera, edifica un palacio, arregla una vía, corta un canal, y de esa manera le da trabajo a ciertos obreros -eso es lo que se ve, pero depriva a algunos otros de trabajo y eso es lo que no se ve.

Se comienza a construir la carretera, mil hombres llegan en la mañana a trabajar, se van en la tarde y cobran sus sueldos, eso es cierto. Si la carretera no hubiese sido decretada, si los recursos no hubiesen sido aprobados por la mayoría, esta gente humilde no hubiese tenido ni trabajo ni salarios, esto también es cierto.

¿Cómo es posible que las nuevas obras emprendidas por el gobierno priven a otros de trabajo. Bastiat nos dice es bien cierto que las personas que trabajan en la nueva obra se benefician de la acción del estado y eso es lo que todo el mundo ve y es la causa de que cuando uno critica como tal cosa como un desperdicio lo mínimo que se puede esperar es ser acusado de reaccionario o resentido. Antes de atacar al oponente de las obras públicas, piende un poco más allá, piense en lo que no se ve:

Pero, ¿es esto todo? ¿No contiene la operación, en su totalidad, algo más? Cuando M. Dupin pronuncia enfáticamente las palabras: «La Asamblea decreta» ¿Acaso los millones descienden milagrosamente de un rayo de luna en las arcas de MM Fould y Bineau? Para que el proceso se complete, como se dice, ¿acaso no debe el Estado organizar los ingresos tal como organiza los gastos? ¿Acaso no debe poner a trabajar a sus colectores de impuestos y a los contribuyentes, los primeros a cobrar y los segundos a pagar? Estudie la pregunta ahora en sus dos elementos. Mientras especifica el destino que el Estado le da a los millones aprobados por la mayoría, no olvide especificar el destino que los contribuyentes le hubiesen dado -pero que ahora no pueden- a los mismos millones. Entonces entenderá que una obra pública es una moneda con dos caras. En una está grabado el obrero trabajando, con su herramienta, lo que se ve, en la otra el obrero desempleado, con sus herramientas, lo que no se ve.

Lo que Bastiat trata de explicar, se puede resumir en la famosa frase inglesa There ain't no such thing as a free lunch, o "No existe tal cosa como un almuerzo gratis", es decir, de algún lugar han de venir los fondos con los que se financia la obra, alguien necesariamente tiene que pagar la cuenta, puesto que toda actividad humana requiere el uso de algún recurso escaso que, precisamente por no ser infinito, si se usa en la obra pública, no puede ser usado en otra cosa. Y cuando el estado destina un dinero, un capital a la construcción de una planta industrial, ese capital debe provenir obligatoriamente de los contribuyentes. Pero el dinero que el contribuyente se ve obligado a pagar no puede ser gastado por él mismo en otra cosa, en algo que el individuo hubiese preferido de habérsele dado la oportunidad de elegir.

Entonces, el gobierno no "genera nuevos empleos", a lo sumo lo que hace es desplazar capital de una o varias industrias -cuyos productos los ciudadanos no pueden ya comprar como antes, pues han tenido que desembolsar el dinero en impuestos- hacia la industria que se está inventando.

Siendo esto tan evidente, ¿por qué la gente sigue cayendo en el engaño? Según Bastiat,

Estamos siendo engañados por el dinero. Demandar la cooperación de todos los ciudadanos en una obra colectiva, en forma de dinero, es en realidad demandar concurrencia en especie, pues cada uno procura, con su propio trabajo, la suma que debe pagar en impuestos. Ahora bien, si todos los ciudadanos fuesen reunidos y obligados a ejecutar en conjunto un trabajo útil para todos, se entendería fácilmente: su recompensa sería encontrada en el resultado del mismo trabajo.

Pero si después de reunirlos, los obliga usted a construir carreteras por las cuales nadie queire pasar, palacios que nadie habitará, todo bajo el pretexto de encontrarles trabajo, la cuestión sería absurda (...)

Un procedimiento que consiste en hacer cooperar a los ciudadanos por medio de dinero y no de trabajo, no altera, de ninguna manera, el resultado general. Pero por éste, la pérdida recaería en todos. Por aquél, quienes son empleados por el Estado, evaden su parte de la pérdida, agregándola a la que sus compatriotas ya han sufrido.

El hecho que el impuesto es pagado con dinero y no con trabajos forzados ayuda a oscurecer la naturaleza maligna de la obra pública. Ya quisiera ver a aquellos que apoyan tales obras, si un día el gobierno dejara de cobrar impuestos y a cambio exigiera -bajo amenaza de prisión- el trabajo directo de los contribuyentes. Entonces veríamos a nuestros amigos bolivarianos marchando felices y sonrientes con sus grilletes en los piés hacia la península de Paraguaná a ayudar a construir la nueva planta productora de computadoras bolivarianas.

Desde luego, desde el punto de vista de quienes se benefician directamente con la nueva obra, los trabajadores y empleados de la nueva planta, la idea es una maravilla. Pues ellos serán receptores netos de los impuestos, pues presumiblmente lo que reciban en sueldos y salarios será superior a lo que luego tengan que desembolsr en impuestos. Pero debe tener usted en cuenta que esa ganancia proviene de la pérdida directa de otros.
















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