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![]() Larry Nieves Los socialistas lo gritan, pero ¿Es el monopolio una tendencia inevitable del mercado? |
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En primer lugar debemos definir claramente qué entendemos por "mercado libre",
una noción que frecuentemente es mal interpretada o distorsionada por sus propios críticos. El mercado libre es la confluencia
de acciones de todos los individuos que forman parte del tejido social, en sus facetas como productores y consumidores, es
decir, es la resultante de las decisiones que tomamos a diario, cada vez que compramos, vendemos o nos abstenemos de participar
(la abstención también es una acción, precedida obligatoriamente por una desición consciente). En el mercado libre todas las
interacciones son voluntarias, ya que no hay forma de obligar a alguien a comprar o vender o a abstenerse de tales cosas,
excepto a través el uso de la violencia. Pero la violencia está vedada en el mercado y este mismo es capaz de proveer mecanismos
para hacer cumplir dicha prohibición. En el mercado libre sólo hay una forma de obtener riqueza: satisfaciendo las
necesidades de los consumidores de la mejor y más barata manera posible. Un monopolio se establece cuando un productor controla de manera absoluta los
recursos necesarios para la producción de un cierto bien. En consecuencia cualquier consumidor que requira dicho bien no tiene
otra opción, sino acudir al monopolista, quien además puede cargarle cualquier precio (dentro de ciertos límites claro está).
De manera que el establecimiento de un monopolio es perjudicial para los consumidores doblemente: por un lado limita las opciones
disponibles y por otro lado pone en movimiento una tendencia al aumento de los precios y la caída de la calidad. En el
caso en que no uno sino varios productores controlan los recursos y se ponen de acuerdo para no competir entre ellos, estamos
ante un oligopolio o un cartel (por ejemplo en Venezuela los canales de TV privados realmente no compiten entre sí). Para que surja entonces un monopolio es necesario que el productor controle
el recurso o materia prima necesario en la fabricación del bien en cuestión. Ahora bien, esta condición no es suficiente,
ya que es posible que tal materia prima pueda ser sustituida por otra cuyo control no es mantenido por el potencial monopolista.
Por ejemplo, un fabricante de zapatos podría tener el control absoluto del suministro de cuero, pero este puede ser substituido
por materiales sintéticos generados por otros productores. Suponiendo que las materias primas objeto de control monopólico
son insubstituibles y que el productor las controla absolutamente, este aún no tiene garantía de que
podrá cargar precios monopólicos (por encima del precio de mercado) a sus clientes. Para ello es necesario que los consumidores
se "hagan la vista gorda" ante el aumento de precios y mantengan la demanda en tal nivel que el monopolista todavía es capaz
de obtener ganancias, a pesar de la disminución en las ventas. Un escritor, por ejemplo, tiene el monopolio de sus libro (por
aquello de los derechos de autor) y sin embargo es posible que no pueda vender ni uno solo, sin importar cuan barato lo ofrezca. Ahora bien, excepto por condiciones extremadamente inusuales, la única forma
que tiene un productor para controlar la oferta de una determinada materia prima es eliminando a la competencia, tanto la
actual, como la potencial. Si momentáneamente determinado productor se hace de una posicioacuten monopolística y es capaz
de cargar mayores precios por sus bienes, ese mismo aumento de precios causa mejores prospectos de ganancias para otros productores,
los cuales tenderán a desviar capital hacia el sector -momentáneamente- monopolísitico de la producción causando a su
vez un aumento de la oferta y una consecuente caida de los precios. Es por esta simple razón, que los productores y empresarios
se encuentran siempre en búsqueda de ganancias, que la emergencia de precios monopolísticos no es una tendencia natural
del mercado. Y la única forma que tiene el potencial monopolista de eliminar la competencia
es recurrir a la violencia, directa o indirecta para prevenir la entrada de nuevos jugadores al campo de juego. Desde luego
que rara vez un productor recurre a la violencia física directa (o a la amenaza de ella) para prevenir la competencia. Es
mucho más fácil conseguir el favor de los políticos a cargo del gobierno y convencerlos de prohibir por ley la entrada de
nueva competencia, o el establecimiento de precios mínimos, o la imposición de aranceles de importanción para prevenir la
entrada de productos extranjeros. En cualquiera de estos casos, los que salen perjudicados son los consumidores, quienes se
ven obligados a pagar precios más altos y a ver reducidas sus opciones disponibles, en favor de productores parasíticos atemorizados
de la competencia. Un monopolio es el control por parte de uno o varios productores de la oferta
de materias primas esenciales en la fabricación de ciertos bienes de consumo. Dicho control no implica necesariamente la aparición
de precios monopolísticos, ya que el consumidor aún puede negarse a patrocinar a dichos productores, recurriendo a bienes
de consumo alternativos. En conclusión en el mercado libre la emergencia de monopolios no es un fenómeno inevitable, ni que
requiera la intervención del Estado para corregirlo. Muy por el contrario, es el Estado -una institución monopolística
en sí misma- quien representa una amenaza para los consumidores, debido a su tendencia a favorecer los intereses particulares
de productores bien conectados con la élite política gobernante. Para lecturas más extensas sobre el tema del monopolio y la competencia desde
una perspectiva austríaca, consulta la Guía de Estudio Austríaca: Competition, Monopoly and the firm |
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